Cuando escuchaba a una autor decir que sus personajes habían tomado el control de la novela y que ellos habían decidido la trama, lo achacaba a un exceso de romanticismo, a una exageración poética... No sabía lo equivocado que estaba.
Ahora, transcurrido el tiempo y con muchas páginas de trama escritas a mis espaldas, puedo decir que ya me ha pasado a mí.
Los personajes son uno de los tres pilares que para mí tiene cualquier relato (personajes - espacio/tiempo - historia). En el caso de Anheron son el pilar fundamental.
Anheron nació de sus personajes.
Comencé a escribir esta saga partiendo de los personajes. Fui haciendo una selección de héroes que me habían cautivado en mi adolescencia; escogidos de películas, portadas de libros, cómics, videojuegos, juegos de mesa... Me basaba en el aspecto visual del personaje y me inventaba una historia, una personalidad, una situación en la que encajaría en mi historia.
Por todo ello, los personajes de Anheron son como mis hijos mimados. Les tengo consentidos, están por encima de la trama y del propio mundo en el que habitan. Me baso mucho en sus historias, en sus personalidades, en su evolución a lo largo del tiempo, en sus relaciones. Anheron tiene muchos personajes, lo que me supone un problema, no pocas veces, sobre todo para generar diálogos y conversaciones fluidas con muchas voces. Partimos de tres protagonistas, uno principal, atípico, y dos co-protagonistas, más carismáticos, que son el alma de los libros.
La calidad de una historia se mide por sus personajes secundarios.
He cuidado mucho a los secundarios y a los antagonistas (también varios), ellos son los que van a enganchar al lector y le van a hacer percibir algo diferente en Anheron. La trama es la clásica fantasía épica, pero es la gestión de los personajes lo que aporta la singularidad.
Crear un personaje te aporta poder, tú decides todo sobre su existencia, sobre su personalidad, sobre sus decisiones... pero, al mismo tiempo, adquieres una gran responsabilidad sobre las decisiones que tomas respecto a él. Cuando escribes con coherencia, las decisiones de tus personajes les comprometen para el futuro, te sorprendes a ti mismo analizando cómo ha cambiado algo en su personalidad a lo largo del tiempo que tú no tenías claro que tuviese que evolucionar así... Ellos te fuerzan, la trama te fuerza, pasas a ser un elemento más en la toma de las decisiones en vez de ser el dueño y señor de ellas...
El momento más significativo para poner de relevancia esta situación son las muertes. Salvo que seas George R. Martin, a todo autor le cuesta matar a un personaje. Y lo peor, a veces no quieres hacerlo, pero te sientes obligado por la trama, que se te ha ido de las manos.
Para mí es la decisión más difícil, quién muere y cuando. Yo me he arrepentido de matar personajes, querrías volver atrás, cambiarlo todo y resucitarlo. Me consta que no soy el único. Al matar al personajes equivocado te metes en unos líos importantes (sobretodo si eres escritor de brújula).
Todos los personajes que he creado tienen algo de mí, existen. Por eso le doy tanta importancia a las ilustraciones de los personajes de Anheron, porque es el momento en donde cobran vida plena. Son algo mío, que convive conmigo, igual que los personajes de las grandes sagas televisivas o literarias. Con la diferencia de que el destino de los primeros depende de mí... o no...
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